miércoles, 25 de marzo de 2009

LA VIDA DEL ESPÍRITU


Acción en Prinzendorf por H. Nitsch. 1984.


Desde el alba del cristianismo, siempre ha habido místicos o teólogos dispuestos ha incluir la vida del espíritu en el anatema arrojado por la religión sobre la existencia humana. Este juicio procede de la convicción de que todo acto natural es un pecado y de que el ejercicio de la razón es un acto natural. Irremediablemente pervertido, el hombre no puede emprender otro camino que el del crimen y del mal. El pecado original que le afecta contamina las producciones de su inteligencia. Reducido a sí mismo, es tan incapaz de lucidez como de grandeza. Sólo un decreto divino puede sacarle de su propia bajeza y arrancarle a la corrupción del orden carnal. En esta perspectiva, no hay zona intermedia entre las iniciativas humanas marcadas por la concupiscencia y la caridad que procede de Dios. La existencia está sometida, en todos sus aspectos, a la única alternativa de la decadencia y de la gracia, y la independencia del orden espiritual es una ilusión fomentada por el orgullo.

jueves, 19 de marzo de 2009

EL CRIMEN PERFECTO




No podemos proyectar en el mundo más orden o desorden del que hay. No podemos transformarlo más de lo que se transforma a sí mismo. Ahí está la debilidad de nuestra radicalidad histórica. Todos los pensamientos del cambio, las utopías revolucionarias, nihilistas, futuristas, toda esta poética de la subversión y de la transgresión características de la modernidad, resultarán ingenuas ante la inestabilidad, la reversibilidad natural del mundo. No sólo la transgresión, sino la misma destrucción está fuera de nuestro alcance. Jamás nos equipararemos con un acto de destrucción a la destrucción accidental del mundo.


J. Baudrillard, El Crimen Perfecto.

jueves, 12 de marzo de 2009

EL ANTI-EDIPO

Edipo y la Esfinge de Ingres, por Francis Bacon (1984)

Ello funciona en todas partes, bien sin parar, bien discontinuo. Ello respira, ello se calienta, ello come. Ello caga, ello besa. Qué error haber dicho el ello. En todas partes máquinas, y no metafóricamente: máquinas de máquinas, con sus acoplamientos, sus conexiones. Una máquina-órgano empalma con una máquina-fuente: una de ellas emite un flujo que la otra corta. El seno es una máquina que produce leche, y la boca, una máquina acoplada a aquélla. La boca del anoréxico vacila entre una máquina de comer, una máquina anal, una máquina de hablar, una máquina de respirar (crisis de asma). De este modo, todos “bricoleurs”; cada cual sus pequeñas máquinas. Una máquina-órgano para una máquina energía, siempre flujos y cortes. El presidente Schreber tiene los rayos del cielo en el culo. Ano solar. Además, podemos estar seguros de que ello marcha; el presidente Schreber siente algo, produce algo, y puede teorizarlo. Algo se produce: efectos de máquina, pero no metáforas.

Gilles Deleuze y Félix Guattari: El Anti Edipo. Capitalismo y Esquizofrenia (1972).

sábado, 7 de marzo de 2009

UNA APROXIMACIÓN AL FILME DE PASOLINI, EDIPO REY, A PARTIR DE LA TRAGEDIA HOMÓNIMA DE SÓFOCLES

Jean-Léon Gérôme, Edipo o el General Bonaparte en Egipto, (1868).


[...] para los antiguos griegos,
decir que uno “conocía” algo
significaba que uno lo había visto:
la palabra oida, en griego clásico, “yo sé”,
significa literalmente “he visto”.

Christopher Rocco.

En la tragedia de Sófocles las acciones, el objeto y el modo de la obra se construyen a partir del actuar de los personajes. En la película de Pasolini también, sólo que en ella existe un predominio de la imagen sobre el texto. El paralelismo entre el texto y el filme se da fundamentalmente desde el punto de vista visual. (López y Ortino: 2000). Aunque, la serie de secuencias entre un texto y una película nunca podría ser exactamente la misma, puesto que, desde un principio, la naturaleza del lenguaje cinematográfico es intrínsecamente diferente de la del lenguaje literario. Esto, evidentemente, afectará la forma de expresión y se constituirá en el motivo fundamental de las diferencias entre el filme y el texto.
La película arranca con una secuencia que no figura siquiera en la tragedia de Sófocles: el nacimiento de Edipo. La ubicación temporal y espacial de esta secuencia tampoco coincide con la de la tragedia primitiva. Esto se debe, en parte, al motivo que expusimos al principio y también al intento de contemporaneizar el mito, hecho implícito en la película. Esta secuencia pronto empalma con el mito griego, cuya serie de secuencias, como es predecible si tenemos en cuenta cómo comienza a contarnos la historia Pasolini, se ve alterada.

En el texto de Sófocles la serie de secuencias es la siguiente: una epidemia produce estragos en la ciudad de Tebas. Su rey, Edipo, quiere saber el crimen que ha podido llevar a los dioses a enviar tan terrible castigo. A partir de aquí, comienza a desarrollarse la historia de ese crimen y, con ella, la historia del propio Edipo, hacia el pasado.
En la película, en cambio, y si dejamos de lado las agregadas por Pasolini para dar forma a su mensaje de universalidad temporal del mito, la serie de secuencias se ve en cierto modo invertida: cuenta la historia de Edipo en el orden cronológico en que los acontecimientos se produjeron, y luego los empalma con la época contemporánea, haciendo un sugestivo paralelismo. Pero debemos notar que esta diferencia no altera la esencia de la historia; se debe, simplemente, y como ya dijimos anteriormente, al mensaje de la película y a la naturaleza diversa de ambas clases de lenguajes.
El filme de Pasolini empieza en Italia, en una época contemporánea. Pero no es en un momento de nuestra era al azar el que Pasolini elige como marco para dar comienzo a su lectura de Edipo, sino que se trata de un período político particular: la época del fascismo italiano. El fascismo es una doctrina política basada en el establecimiento de un régimen autoritario y nacionalista que se desarrolló en mayor o menor medida en muchos de los países del mundo occidental durante la primera mitad del siglo XX. Este entorno se asocia a la figura autoritaria de Layo, el padre de Edipo, en la tragedia griega. De la misma manera, se asocia a esta imagen el hecho de que “el padre” de la película sea un soldado: es una figura que emana autoridad; y mucha, si consideramos el entorno en que se sitúa. Vemos aquí el primer paralelismo entre el mito actual que propone la película y la tragedia griega.
En el filme, tal como sucede en la tragedia, el padre experimenta y cumple el deseo de deshacerse de su hijo, en un acto de abuso de autoridad, puesto que sólo los dioses pueden disponer de la vida de otro humano, tanto para los antiguos griegos como para el hombre contemporáneo, aunque en otro plano de divinización. Los motivos que lo mueven a ello, en apariencia, difieren en ambos casos: en la tragedia de Sófocles se debe a la advertencia del oráculo, mientras que en la película se debe al temor de verse privado del amor de su esposa. Sin embargo, si tenemos en cuenta cuál es la predicción del oráculo en la tragedia griega - que matará a su padre y hará el amor con su madre - se hace evidente la similitud subyacente en este punto. Podemos hablar aquí de otro paralelismo importante.

En la película Edipo vence a la esfinge mediante el uso de la fuerza, a diferencia de lo que ocurre en el texto de Sófocles, donde lo hace a través del ingenio. No obstante, en este encuentro se pone de manifiesto una cierta actitud de rebeldía frente al sometimiento, un dominio del deseo en la personalidad de Edipo. Pasolini muestra en este accionar el carácter de Edipo: impulsivo e increpante. Es este rasgo el que podría considerarse un agravante importante de su caída en desgracia en la tragedia griega. Por eso, este encuentro establece un fuerte paralelismo entre el Edipo de Sófocles y la lectura que hace del mismo Pasolini.
Por otro lado, podemos apreciar el carácter heroico del propio Edipo. En primer lugar, el mismo origen de éste ha sido marcado bajo la forma típica que adquieren los mitos heroicos. Recordemos que ha sido encontrado en ambos casos. En la película muchas de las escenas comienzan a tomar la forma del mito: el nacimiento y la infancia estarán marcados por el peligro y lo providencial de su encuentro, (“el de los pies heridos” o “hinchados”, “hijo de la fortuna”) sembrada de peligros, rodeado de mujeres y de un entorno que aprueba constantemente su actuar. Recordemos que el coro, en la tragedia de Sófocles, está compuesto en su mayoría por ancianos. Se decía que estos eran “adictos a su persona” y lo apoyaban en la mayoría de sus decisiones y acciones. Así mismo, Edipo fue quién habría liberado a los tebanos, especialmente a los jóvenes, de la amenaza constante que significaba la esfinge - enviada por Hera desde Etiopía para que devastara a los tebanos. De esta manera, Edipo contaba con la aprobación de los habitantes de Tebas, quienes prácticamente lo consideraban como un semidiós. Por extensión, podemos decir que en la obra dramática la condescendencia es también del espectador. Si nos remitimos a la obra de Pasolini, aludiendo al tiempo del fascismo, podríamos inferir que éste juega, un tanto, con esta relación; pues al desafiar Edipo a aquel que se mostró tan arrogante (Layo) y a quien acusa de abusar de la autoridad, le ha dado muerte. Una interpretación literal sería: “dar muerte al tirano”. De esta forma Edipo redime su propio carácter o, en otras palabras, su propio pathos trágico.
Podemos identificar, de manera general, los rasgos predominantes de un sistema político autoritario asociando su funcionamiento, en la figura del Estado, con el proceder y la imagen paterna: autoritaria, controladora y castigadora. Así, el proceder heroico, la revelación contra la imagen paterna opresora, marcada en el símbolo de las manos y los pies atados, vienen a significar la preponderancia, por un lado, de la juventud contra lo viejo - la nueva idea contra el viejo sistema - y la del mismo mito que asegura su propia reproducción por medio del relato. Al ser esta una historia filial (el pasado de Layo), con orígenes míticos e históricos (la historia de Tebas), las formas del mito original van tomando forma a partir de su reproducción estética, la cual ha asumido, justamente, el componente histórico como una de las formas de lo perdurable.
Como héroe trágico la figura de Edipo parece completarse con la idea de enfrentar al destino – lo inevitable -, por tanto nuestra propia piedad y miedo estarían siendo proyectados y encontrados en la tragedia que acontece al héroe. En tanto que la propia vida, la del espectador, no parece más que una lucha contra lo inevitable de la muerte.
En cuanto a la relación de Edipo con Yocasta, Creonte y Tiresias, resulta bastante similar en ambos casos - salvo alguna pequeña diferencia que surja de la particular lectura que hace Pasolini de la tragedia griega - las relaciones entre éstos casi no presentan diferencias entre el texto y la película. Podemos hablar luego de otro paralelismo en referencia a este punto, aunque este no resulta de gran importancia. Es que, como dijimos antes, no parece trascendente que asuntos como aquel resulten similares, ya que en definitiva se trata de la misma fábula.

Como mencionamos con anterioridad, la película comienza en un lugar y un momento político muy particular. Asociar este momento, tan contemporáneo a nosotros, al régimen político de la antigua Grecia es algo que sin duda actualiza este mito de otros tiempos. No es casual que Pasolini haya elegido este entorno para el nacimiento de su Edipo, dando a entender que toda criatura recién nacida “es un mito en potencia”. De aquí en adelante, la película se adapta al mito griego, de tal manera que sólo podemos hablar del paralelismo metafórico que queda planteado con la sugerente escena inicial.
La siguiente escena con la que Pasolini nos obliga a actualizar la concepción del mito antiguo y a trasladarlo a la época contemporánea es la que refiere al destierro. Según la lectura de Pasolini, es un destierro que trasciende el tiempo y el espacio. Nos plantea un Edipo Presente tanto en la antigua Grecia como en una nación contemporánea, tanto en los estratos sociales más altos como entre las clases trabajadoras, en las ciudades y en las zonas rurales. En definitiva nos habla de un Edipo universal, presente en cualquier tiempo o lugar, donde quiera que se pongan de manifiesto los sentimientos de vinculación erótica del hijo con el padre del sexo opuesto. Su lectura, que posee una evidente influencia de la teoría freudiana, crea un muy sugestivo paralelismo de la tragedia griega, escrita a cientos de años de nuestra época, con nuestra vida diaria. Y resuelve esta lectura, de manera magistral, con el retorno de su Edipo al lugar en que la historia comenzó a desarrollarse. “La vida termina donde comienza”, parece decir con esta última escena el Edipo que visualizó Pasolini. Con su lectura desmistificó, de paso, las cualidades del legendario monstruo, develando la verdadera naturaleza del anthropos, que condenaba la diferencia, a la vez que mataba en nombre de ella.
Por Matías Uribe, Valdivia - 2000 aprox.

PARA ESTE RESUMEN SE CONSULTÓ LA SIGUIENTE BIBLIOGRAFÍA

Enciclopedia Microsoft® Encarta® 99. © 1993-1998. "Pasolini, Pier Paolo", "Edipo", "Edipo, Complejo de". Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.

López Gapa, Cecilia y Ortino, Carolina: Extractos del ensayo: Trabajo de Profundización de Literatura. Actualidad del mito Edipo Rey - Asterión Primera parte. Actualidad del mito en el film De Pier Paolo Pasolini.
mantero@infovia.com.ar.

Seemann, Otto: Mitología Clásica Ilustrada. Vergara. S. A. España, 1960.

Sófocles: Edipo Rey. Editorial Antiyal. Santiago de
Chile, 1987.