lunes, 9 de mayo de 2011

LA FUGA

A propósito de toda imagen que nos impresiona debemos preguntar: ¿Qué fuga lingüística desencadena esta imagen en nosotros? ¿Cómo la desentrañamos del fondo demasiado estable de nuestros recuerdos familiares? Para experimentar de veras el papel imaginador del lenguaje, es preciso buscar pacientemente, respecto a todas las palabras, los deseos de alteración, de doble sentido, de metáfora. De un modo más general hay que revisar todos los deseos de abandonar lo que se ve y lo que se dice en favor de lo que se imagina. Así tendremos la oportunidad de devolver a la imaginación su papel de seductora. Con ella abandonamos el curso ordinario de las cosas. Percibir e imaginar son tan antitéticos como presencia y ausencia. Imaginar es ausentarse, es lanzarse hacia una vida nueva.

lunes, 21 de marzo de 2011

EL ORIGEN


La cuestión sobre el origen del lenguaje ha ejercido en todos los tiempos una fascinación extraña en la mente humana. A los primeros chispazos de su intelecto el hombre comenzó a asombrarse de este problema (¿Por qué pareciera un problema? o ¿es que acaso esto no debería plantearse como algo complejo de arbordar, problematizarlo para resolver algo que, en definitiva, no tendría en principio misterio alguno?). Diversos relatos míticos nos instruyen acerca de cómo aprendió a hablar a Dios mismo o con la ayuda de un pedagogo divino. Si aceptamos las primeras premisas del pensamiento mítico, es fácil comprender este interés por el origen del lenguaje. El mito no conoce otro modo de explicación que el de remontarse al pasado remoto y derivar el estado natural del mundo físico y humano de la etapa primigenia de las cosas. Resulta algo paradójico y sorprendente encontrar que la misma tendencia prevalece en el pensamiento filosófico: durante varios siglos la cuestión sistemática fue eclipasada por la genética. La confusión de ambas clases es despistadora y peligrosa.

domingo, 9 de enero de 2011

ILUSTRACIÓN: LUZ QUE TRAE MÁS OSCURIDAD




La razón fue considerada como una facultad mental compartida por todos los que elegían "cultivarla". Entre sus connotaciones estaban el "sentido común", el ejercicio del "buen criterio" y el desarrollo del "gusto"; acompañados por una participación "saludable" en las metas activas humanas. Aplicada a las artes la "razón" denotó la búsqueda de formas expresivas y sentimientos de suficiente universalidad y validez para ser aceptados por todos los partidarios de los principios del "buen gusto" y el "juicio". Esto fue precisamente lo que tomó cuerpo en el Neoclasicismo. No obstante, la reacción a esto - esperable - se hizo sentir en las corrientes subterráneas de un anti-racionalismo que se convertiría en el germen de lo que más tarde sería el Romanticismo y de otras corrientes estéticas del siglo XIX. El concepto de "civilización" surgiría como la imposición de los principios "racionales" de la "educación" a una naturaleza originalmente "salvaje". A pesar de la aversión a los aspectos excesivamente materialistas del comercio, la utilización del dinero y la transacción se consideraban públicamente un elemento civilizador.