viernes, 5 de junio de 2009

EL HUÉRFANO


... Lo que hecha de menos quien tiene nostalgia no es sólo el terruño, sino la propia identidad. La pérdida del propio hogar llena de sentido los dos términos del sintagma: "yo era un hombre que ya no podía decir "nosotros" y que por esta razón, decía "yo" por costumbre y sin que me animara ya el sentimiento de la plena posesión del propio yo". Reducido a sí mismo, el expatriado ya no es él mismo. Huérfano de la evidencia, comprende por defecto que los objetos, incluso los más prosaicos o los más funcionales, no se definen sólo por su calidad de utensilio y que, pese al triunfo moderno de la inteligencia racional, "todavía estamos reducidos", para vivir humanamente, "a vivir entre objetos que nos cuentan historias".

2 comentarios:

con. dijo...

se aplicó con un brancusi!

ahora hay múltiples identidades y esas no son territoriales. no dependen del lugar y son débiles. un sujeto dice que los "espacios de lugares" han sido desplazados por los "espacios de flujos". es el fenomeno de compresión del tiempo y del espacio. y cada objeto, cada discurso, incluso, tiene una vida cronológica que decrece. deben haber más cosas obsoletas que vigentes. y parece, que "Nosotros" depende del objeto que atestigua su presencia en un tiempo que ha pasado. como ese cuento de las hormigas. las comunidades de hormigas demoran 12 años en desarrollar un aprendizaje de convivencia, la civilidad de la hormiga, jaja. pero cada hormiga vive un año.

(todo lo que digo, probablemente, sea mentira)

sereneltexto dijo...

Por supuesto con. es una especie de homenaje a su pertinaz y "constante" aporte, tan especial, hacia esta denostada instancia.
Aparte, siempre me ha parecido del todo atractiva esa pluma-¿símbolo, alegoría de movimiento?. Me lubrica los sesos, sabe. Una especie de pequeño quejido interior de placer, lubricante, usted me debe entender en ese punto. Una sinestesia díficl de verbalizar y, a la vez, inexpugnablemente recóndita, como eso inaprensible que tienen los acordes arabescos del tema que da vida (Asturiana, de siete canciones populares españolas de Manuel de Falla), a esas experiencias semi- desérticas de por acá cerca de donde vivo. Esa fotografías de Colún, costa sur de Valdivia.
En cuanto a la identidad y la territorialización, su mentira parece corroborar lo que antes intuyó Barthes y que comparto, patudamente, de manera total: que su cuerpo se convertiría en algo, si supiera como descomponerlo de la mejor manera. Bueno, eso no es precisamente de Barthes, pero va al caso con respecto al hecho de estimar que, por ejemplo, al final de una relación, el cuerpo del otro se vuelve blando a la vista, endeble, como si ya no existiera, y lo que ahí hay es solo el rastro, la evidencia de algo que ya fue. El otro se hace estriado a los sentidos, como traspasable, medio gel. En eso llego a lo que quería responder con sus cavilaciones (siempre tan proteicas y fecundas como sus fotos), el hecho de que se esté huérfano, ante la "desterritorialización blanda". Como dice el otro, una epecie de "mermeladización" del sujeto. Como cuando un sujeto se planta una noche entera sobre la pantalla del televisor o el computador y siente disminuida su sensación de existencia, por tanto, de ubicuidad o sustancia.
Es la desustancialización del sujeto, hecho carne, bola, nada, frente a la miserable posición de ese que, conciente, intuye a los otros a través de la glacial imagen de su sombra.
Saludos, a la sombra y desde la penumbra, con.
P.S.: Hormigas, ¿habrá una especie tan vasta y fascinante? Cómo olvidar el hecho de que portan ácido fórmico. El ácido de su vulnerable y efímero existir. ¿Ha visto algunas vez una hormiga siendo devorada desde dentro por un hongo? Se lo recomiendo.