viernes, 21 de noviembre de 2008

Capsulita VII ... ( otra vez el Roland)


La mayoría de las veces estoy en la oscuridad misma de mi deseo; no sé lo que quiero, el propio bien me resulta un mal; lleno de resonancias, vivo golpe a golpe: estoy en tinieblas. Pero también a veces hay otra noche: solo, en posición de meditación (¿es tal vez un papel que me asigno?), pienso en el otro con calma, tal como es; suspendo toda interpretación; entro en la noche del absurdo; el deseo continúa vibrando (la oscuridad es transluminosa), pero no quiero comprender nada; es la noche del no-beneficio, del gasto sutil, invisible: estoy a oscuras, estoy ahí, instalado simple y apasiblemente en el interior negro del amor.


R. Barthes, Fragmentos de un Discurso Amoroso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"La meditación musical debería ser el prototipo en general. ¿Qué filósofo ha seguido alguna vez un motivo hasta su agotamiento, hasta su límite extremo? Sólo en música hay pensamiento exhaustivo. Incluso tras haber leído a los filósofos más profundos, se experimenta la necesidad de volver a comenzar. Sólo la música nos da respuestas definitivas"

sereneltexto dijo...

Por otro lado: ¿quien desea respuestas definitivas? Aunque, la idea de una meditación musical resulta en extremo atractiva para una entidad agotada. Quiero decir, para quien busca tranquilidad en el légamo de la convulsión generadora de angustias y vacíos indeseables.
Con todo, persistir en esa fuerza que nos impulsa al intento de la descripción, del des-velamiento de esa entidad que llamamos "nocturno: moderato del opus 99 de Schostakovich". ¿Cómo verbalizar aquella oscuridad que resiste a toda verbalización?