jueves, 3 de julio de 2008

“LA REBELIÓN DE LOS PELUCHES” DE PATRICIO CURIHUAL: SACRIFICAR LA REALIDAD


Nuestros lenguajes brillan en colores variados y aparentan haberse enriquecido.
Es el falso brillo metálico de la corrupción. Los lenguajes culturales se han venido abajo
como los huesos de los mártires que sólo han servido para hacer dados para jugar.
Fritz Mauthner.


La trayectoria artística de Patricio Curihual puede ser comparada con la frondosa imagen de un árbol. La versatilidad, la constante reinvención de sus propósitos conceptuales y una inusitada capacidad de convocar e integrar a distintos actores que colaboran y, en muchos casos, componen la propia obra, son algunos de los rasgos que sobresalen de su trabajo como nudos de un tronco axial.
Lo anterior toma cuerpo y concreción en la serie de obras que el autor titula La Rebelión de los Peluches. A partir de un sustrato común: el entierro y desentierro de los peluches, su autor irá hilvanando una serie de eventos y personajes que, a la manera del follaje vegetal, cobrarán insólitos modos y formas desplegadas en una temporalidad de contornos indefinibles. No obstante, el contexto y la caracterización de los personajes y eventos, resuenan con potencia en el imaginario del espectador.
Como ha comentado el autor, una de las intenciones fundamentales de su obra tiene relación con la observación de lo humano. Este carácter antropológico contrasta de manera sustancial con el tratamiento de los personajes y las situaciones a las cuales éstos son expuestos. La obra de Curihual, en su esencia, adquiere la apariencia de lo extremo. Lo familiar, a través de la manipulación más o menos conciente de elementos y técnicas tradicionales de la dimensión estética - fotografía, performance, instalación y una apropiación del discurso gráfico del cómix-, queda travestido por otra realidad, rica, frondosa, que toma la apariencia de lo no familiar, lo raro, lo insólito. Las consecuencias que acarrea el actuar de los personajes, quedan siempre en el borde, en lo extremo de una realidad creada a partir de su verosimilitud.
Ejemplo de esto son los marcados rasgos que perfila a la serie de personajes indicados con el antepuesto de “mister”: Mr. Jugo, Mr Celco, Mr. Cúrcuma, Mr. Estúpido; el asombroso comportamiento de personajes tan carismáticos y extrovertidos como la Madre, Cariños Plásticos, el Golpeado, las Rubias, el Pilucho, el Asexuado, los Hombres Verdes, los Hombres Rojos, el Hombre Amarillo. Todos estos, bajo la mirada atenta de su creador, configuran un mundo que choca con este mundo. Encuentro y desencuentro de realidades. La modelación y plasmación de sus personajes, le pertenece en gran medida a su espectador. A la manera de una máquina escaneadora, Curihual logra desmantelar la forma que adquieren las relaciones de tipo socio-eróticas, denunciar lo absurdo y lo ridículo de lo llamado “real”, evidenciar el dispositivo manipulatorio e instrumental de una manera de entender las relaciones vinculares y afectivas de un determinado sector de la sociedad. Esnobismo, cinismo, impostura, simulación, miseria, en suma, la falsedad y apariencia que determinado segmento de la sociedad imprime como “lo normal”, “lo formal” y “lo establecido”.
La acción estética de Curihual, en cuanto a su actividad, se manifiesta en variadas líneas de expresión que, de acuerdo a los casos, se afirman en lo transdisciplinario y en una suerte de política de integración que el artista concibe como mecanismo de creación. Fotógrafos, pintores, músicos, poetas, estudiantes, trabajadores de los más diversos rubros, componen la red de apoyo y participación que, generalmente, requiere la concreción de los objetivos proyectados por el artista. La ciudad de Valdivia queda inscrita como escenario, taller y valla anti-publicitaria. Al contrario de los discursos hegemónicos progresistas y “desarrollistas” promovidos por la oficialidad, el sentido común, la opinión pública, el “buen vecino”, y todo el aparataje reproductor de un tipo de realidad, la obra de Curihual se levanta y emplaza como destructor de lo irremediable.
La realidad de “la Rebelión” es de una consistencia tamizada, cernida por la manipulación de su creador. Sus criaturas, modelos de comportamiento no ejemplares, irrumpen en la cotidianidad y lo ordinario de las existencias ciudadanas. La realidad puede ser más “chillona”, sobrecargada y aplastante de lo que su apariencia desea revelar. La realidad es sacrificada por su doble. La argucia de su creador radica en lo proteico.[1] Su creador no sólo dota a sus criaturas de poderes transformativos, sino que dicen lo que será realidad. Sacrificar la realidad para recuperarla: epitafio que exuda sentido en un mundo que parece arrancarlo y suplantarlo por su apariencia.

Matías Uribe
[1] Proteo, dios de la mitología griega, hijo de Poseidón, tenía la capacidad de cambiar de forma y predecir el porvenir.

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