viernes, 14 de noviembre de 2008

VIDA CERO EN LA ERA NOCTURNA

VIDA CERO EN LA ERA NOCTURNA

Leer, escribir, tal como se vive
bajo la vigilancia del desastre:
expuesto a la pasividad fuera de pasión.
La exaltación del olvido.
No eres tú quien hablará;
deja que el desastre hable en ti,
aunque sea por olvido o por silencio.

Maurice Blanchot.

Juega la vida a vivir en otra parte. El mal, cosa extendida, equívoca y deforme, se propaga más allá de toda dimensión conocida por el Hombre. Ya no estamos al borde de una catástrofe, somos esa catástrofe. La encarnamos, sigilosamente, como una condición. Lejos de la diatriba, este segmento de escritura negra, tiene como objeto impugnar por aquellos que son en el silencio. La vida cero, en tiempos de la barbarie civilizada, devela un mundo embrutecido, en donde la mayoría de sus objetos – prótesis reproductoras que diseminan la semilla del anquilosamiento – se crean bajo el rótulo de “inteligentes”. Como si en ese adjetivo se ocultara una sospecha, una duda por aquella animal capacidad destinada a ignorar el fin último de ser alguien o algo con un sentido.
Así se comporta el Mal: “nace por las patrias y por los patronímicos”, se desarrolla secretamente al amparo del gesto y el lenguaje, se encarna en esas marionetas anónimas, sin rostro, sin pasado, sin lazos que los rediman de su asqueada condición. Alain tenía razón*, el “Mal es el muerto que se apodera del vivo”, es el alma aplastada por su propio peso, hecho carne. Es la dictadura del término medio, de lo políticamente correcto, de lo ideológicamente “seguro”, lo muerto que no necesita ser cuestionado, la vida leve, monocorde, tediosa y perfectamente corriente.
No hemos nacido de criaturas celestiales, lo sabemos, pero aquello no quita el hecho que, de aquella imperfección, brote la necesidad. Este nuevo ingrediente, que viene a ser como una burla a la misma existencia, como si el hecho de pertenecer al reino de la fragilidad no fuera lo bastante, nos empuja a llevar el peso de esta “impureza” del ser.
Colocados en este trance, la esperanza que dejara Dante afuera del infierno se transforma en un juego de niños. ¿Hace cuánto que la fe dejó de ser parte de la vida de estos hombres? Nada hay detrás de ese silencio. Por si acaso, existiera algo así como una entidad, un “más allá” o una dimensión transluminosa, todo aquello, tarde o temprano, se diluiría en la tenebrosa parquedad del implacable Cronos.
Le debemos una muerte a este extraño y, a ratos, amable paréntesis que llamamos hogar. Es cierto. Pero la mera conciencia se vuelve irritante ante tamaña demanda. Esa araña cruel que nos muerde rabiosamente cuando no esperamos y que llamamos caducidad, jamás nos abandona.
Mal transparente, noche diáfana del que, semi-conciente, despierta a su niebla. Reducidos a esto, al devenir en el papel o en la pantalla indiferente – otra trampa más de la alienación – nuestras mentes y nuestros cuerpos se tornan dispositivos de baja frecuencia que, de vez en cuando, se conectan con el todo, para luego fenecer como aquellas mariposas nocturnas que persiguen las fuentes de neón.
¡Fuiste! Hombre. Algo se resquebrajó. Luego vino la fractura y, por fin, tu lento declinar en las profundidades de una era nocturna. Vida cero en tiempos de la noche. El muerto-vivo des-habitando el tiempo de la barbarie. Vivir desviviéndose, como el día cede al gran círculo de las tinieblas, como el terrible sino de aquel que quiso, que no supo, que no fue, que siempre vivió creyendo ser otro.
Subir y bajar los ascensores, las escaleras, las calles desiertas. Un nubarrón se pierde en medio de una música que comienza a cuajar. Al fin, sólo silencio y, entrada la medianoche… nada.

Matías Uribe - V a l d i v i a -
primaveradedosmilocho

EL VIDEO DE LA VIDA CERO

Menos que una diatriba, Vida-Cero pretende ser un testimonio de los que viven en el silencio y a la sombra. Una rebelión escrita desde la penumbra. El fragmento y la dispersión se apoderan del hablante para importunar la vida del que duerme. La Vida-Cero ocurre en el contexto de la barbarie civilizada. Su música viene y vuelve hacia Arvo Pärt (1935-), sus imágenes son de Valdivia y sus alrededores en distintas épocas del año. Es un producto de su propia escritura. Así se visualiza el ensayo revelado en sueños.

Dedicado a Arvo Pärt y al Opus 106 de Dimitri Schostakovich (1906-1975).




4 comentarios:

RATTHA GALLERY dijo...

la catastrofe anda persiguiendo mis lecturas desde que lei lo que significa para omar calabrese la teoria de la catastrofe, algo asi como un paradigma que termina en un nuevo sistema, estar en la catastrofe es lo mejor, en este caso asegura un nuevo orden y la destruccion del anterior aunque claro hay que pasar por la destruccion y la desorientacion, tambien me encontre el termino en deleuze el dice que para pintar el pintor debe pasar por una catastrofe el estadio pre-pictorico.

sereneltexto dijo...

Ratha Gallery, gracias por tus comentarios. En efecto, suele "perseguir" la catástrofe y calza perfectamnete con algunas prácticas estéticas, así como discursos de aplicación que ya se vinieron dando a lo largo del muerto siglo XX. Ahora, la catástrofe como condición del hombre ronda desde lo que ha sido lo posterior al holocausto de la segunda Guerra. Me refiero a Auschwitz (auque los ejemplos se multiplican ya un poquito antes - ver sólo Babi Yar) y la seguidilla de acontecimientos de "humanidad" (en verdad me siento afectado al utilizar la categoría "baja Humanidad" por lo que tiene de agente diferenciador de una condición y de una clase) puede entenderse muy bien como la aplicación de una modernidad in extremis. Por tanto, sus orígenes pudieran no estar en lo inmediato de las lecturas, equívocas y ambiguamente llamadas pos-modernas, sino en estos principios racionalizadores que se extienden hasta más atrás del siglo XVIII. Y, bueno, muy marcada es la estampa: Occidente.

LHILA dijo...

Matías, que intenso. Es todo emoción, desesperanza. El último grito de un sobreviviente. Tiene la oscuridad poética que tanto te-nos gusta.

La catástrofe tiene siempre su dosis de belleza. La belleza poética de la catástrofe. Y tu la captáste con tu melancolía acostumbrada.

Permite a ratos que la luz entre en tu oscuridad, para que el equilibrio de los opuestos te permita continuar siendo un sobreviviente.

sereneltexto dijo...

Hola Cosmonauta, tanto tiempo. Gracias por tus generosos comentarios. Efectivamente, una deseperanza poética era mi intención. La póética de la catástrofe, aunque terrible, no decepciona en su ansia de aprehender lo inadmisible: esa viscoza materia que horripila y que habita secretamente en cada uno de nosotros. Me refiero a eso que, en tú caso pareces dominar: el cuerpo es material de y para la belleza, pero puede ser también un arma letal.
Con todo, gracias, una vez más por el cumplido de melancólico y, respondiéndote, deso "oscurecer esta oscuridad" (como dice el Tao y cita Barthes). La luz queda para los que viven con esa tonta sonrisita que provoca la ilusión y la vana esperanza. Me siento bien en esta oscuridad, es mi música. Un saludo fraternal.